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¿Valores en el deporte?

Son muchos los niños y niñas que desde bien pequeños se adentran en el mundo del deporte base. Un mundo lleno de momentos mágicos, de nuevas y viejas amistades, de diversión, sin olvidarnos por supuesto del alto beneficio saludable que este conlleva. Jugar para divertirse y no jugar para ganar.

Durante más de ocho años que he podido jugar en diferentes equipos de fútbol, he tenido la oportunidad de vivir multitud de experiencias. Y aunque la mayoría sean buenas, un puñado de ellas son más que bochornosas.

Y es que precisamente hace unas semanas aparecía en medios de comunicación y en diferentes redes sociales una de estas situaciones. Los protagonistas no eran otros que padres, como casi siempre sucede. Empujan a sus hijos al mundo del deporte con la firme convicción de que adquirirán, por sí solos, valores como la solidaridad o el respeto. Así, como por arte de magia.

Están, a mi juicio, muy equivocados. Y es que no son capaces muchas veces de darse cuenta que los verdaderos referentes son ellos mismos, los modelos de sus actos, tanto de buenos como de malos. Sería de locos pensar que tu hijo no va a insultar a un rival mientras tú haces lo propio con el árbitro, ¿no? Pues más de uno lo piensa.

¿Valores en el deporte? Claro. Cooperación, amistad, espíritu de superación o  ayuda, pero imposible sin la colaboración de los que sábado tras sábado se apoyan tras una valla a “animar”. Pierden por momentos el papel de padres y madres y se meten en el de ultras incondicionales de ese mismo deporte. Gritos, insultos y otras muchas acciones que no se debieran dar, al menos, en un partido de niños.

Otro de los errores está en la propia finalidad de la práctica. Es decir, lo difícil que resulta a muchos diferenciar que tu hijo juegue para divertirse y porque le gusta y no para intentar llegar a ser algún día un profesional mediático de ese deporte (aunque todos los niños lo hayamos soñado alguna vez).

Y es en ese momento cuando la cosa comienza a ser menos divertida, cuando te comienzan a exigir. Ya no se juega para divertirse haciendo deporte, juegas para ganar. Y aquí es cuando todo pierde su esencia, desde el deporte hasta el propio niño. Ya nada es lo que debiera ser.

Si queremos lograr conseguir esos valores éticos tan deseados en nuestros niños y niñas, tratemos de no promover los contrarios. No nos olvidemos de que son “solo” niños. Niños que tienen la esperanza de poder disfrutar del deporte y de lo que hacen. Niños que, por encima de todo, quieren ser felices.

2 comentarios:

  1. Buena reflexión! Muchos deberían leerlo antes del fin de semana! Saludos

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    1. Gracias! La realidad en cada campo...lamentablemente. Saludos!

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