Camino a la enseñanza...
Definitivamente,
tras cuatro años, ¡SOY MAESTRO DE EDUCACIÓN PRIMARIA! Mejor dicho, tengo un
papel que dice que lo soy. Y mirando
todos los post de este blog, me he dado cuenta de que no tengo ninguno sobre
educación, aunque ya haya escrito sobre el tema en el magnífico blog de mi
amigo Sergio que puedes leer pinchando aquí.
Además, para esta ocasión,
cuento con la colaboración de una gran amiga (y también maestra de primaria) como es Eva. (¡Gracias!)
¡Esperamos
que os guste!
“No
sé cómo empezar ni realmente qué decir, pues este tema daría jugo para más de
un post. Pero cuando pienso en escribir “algo sobre educación” se me vienen a
la cabeza estas tres palabras: tradicional, números y memoria.
Tradicional,
que no evoluciona. Un sistema tradicional que nos trata como máquinas, como
ordenadores capaces de almacenar cientos de datos y de información, muchas
veces inútil, que nos impide hacer algo básico en cualquier persona, razonar.
La escuela, esa institución arraigada a nuestra sociedad desde hace siglos y
que tan bien conocemos. O eso creemos. Ese pilar básico de nuestra sociedad, de
cualquier sociedad.
Nelson Mandela hablaba de la educación
como el arma más poderosa para cambiar el mundo. La cuestión es que el mundo
cambia por si solo y la educación no le sigue el ritmo. Es complicado, también
hay que decirlo. La escuela parece por momentos seguir estancada. Los métodos
utilizados están totalmente afianzados, anclados en la más absoluta enseñanza
tradicional. Los niños no viven igual que antes, se desarrollan en otros
ambientes, crecen y sienten de otra manera, se interesan por otras cosas...
¿Por qué, entonces, nos empeñamos en mantener la educación de un pasado que ya
no es? Y ligado a los métodos se encuentra la figura del maestro. Todo está en
esas manos. El hacer que la educación deje de ser tradicional para adaptarse a
las nuevas necesidades globales e individuales de cada niño, depende de
nosotros.
Números.
Un sistema que nos trata como meras notas. Notas que nos clasifican, como si de
una carrera de fondo se tratase, aunque a veces pueda llegar a serlo. Tú, con
un 5, sirves. Tú, con un 4,9, ni de coña. Atrás. ¿Y realmente ese 0,1 marca el
conocimiento? Por algo es tan importante tener vocación para enseñar. Es cómodo poner una nota y
desentenderse. Con ello hacemos que a los niños sea lo único que les interese.
Ven el 5 que significa suficiente. La propia palabra lo dice... Suficiente,
¿para qué molestarme más? No hay interés alguno en los errores cometidos, en
saber en qué he fallado. Necesitamos orientar nuestra labor a una evaluación
formativa y no a la mera calificación. Dirán: "¡Pero si solo nos
piden plasmar en el folio del examen lo que hemos chapado el día antes a prisa
y corriendo!" Tienen razón. En el fondo hasta los entiendo. Abordando los
contenidos como datos triviales, sin significado alguno, transmitiéndolos como
algo que tienen que adquirir sí o sí para promocionar, lo único que logramos es
un tedio horroroso que termina por hacer claudicar la educación real. ¿Por qué
no nos centramos en los intereses de los más pequeños? Intenta captar su
atención, hazles ver que lo que van a hacer hoy en el aula les va a servir, que
pueden aprovecharlo fuera del cole. Plantéales un problema de distancias con
Cars, trabaja los elementos con los Pokémon o introduce en una lectura en
primero de primaria los nombres de los animales de la Patrulla Canina. Por
poneros un par de simples ejemplos. Prueba. Equivócate y vuelve a probar
cambiando cosas, añadiendo y quitando otras. Pero, por favor, interésate por
ellos, por lo que les gusta, y esfuérzate en que aprendan de verdad. Al fin y
al cabo, ya lo dice la ley, son ellos la razón de ser de la educación.
Sin embargo, yo, como maestro y
sobre todo, como persona, me niego a que adquieran contenidos sin que estos
vayan de la mano del crecimiento personal. "De nada sirve tener
arquitectos, médicos o filósofos si no tenemos personas". Trabaja en el
compañerismo, en el respeto, en el trabajo en equipo, en la justicia, en la
verdad, en la amistad, en la lealtad... Yo, primero, educo para eso...lo demás,
viene de su mano
Memoria,
retener algo en tu cabeza. Quién no ha recitado retahílas en forma de ríos o de
poemas (“Con cien cañones por banda…”). Quién no ha tenido que saberse de
memoria todas y cada una de las fechas y sus acontecimientos de cualquier etapa
histórica. Y todo ello, ¿para qué? Para memorizar, conseguir una falsa sensación
de aprendizaje y después cagarlo todo en un papel en blanco llamado examen. Y
después, ¿qué? ¿Quién se acuerda de todo eso?
¿Y cómo han sido estos cuatro años de carrera?
“Magisterio está tirao”. “Te regalan la carrera”. “Os pasáis el día jugando con
plastilina y haciendo collares de macarrones”. “No tenéis que estudiar”.
No.
Mentira.
Probablemente no sea una carrera de
las más exigentes, pero claro que no la regalan.
Magisterio es esa carrera que
estudias y APRENDES cosas tan útiles para tu futura profesión como pueda ser
psicologías o didáctica(s); y otras que o bien no te enseñan, o son bastante
inútiles (como cuando en Didáctica de las Ciencias Experimentales la materia de
examen fue extraída literalmente del libro de Biología de 4º de la E.S.O. y de
1º de Bachillerato, cuando son contenidos que ni de lejos, se ven en primaria).
Memorizar teorías obsoletas, métodos
en desuso y predicar las metodologías más modernas cuando realmente nos están
enseñando lo contrario y mucho más, cuando en estos cuatro años de carrera no
hemos tenido ninguna asignatura dedicada a la didáctica de la lectoescritura.
Hablando claro, apenas nos han enseñado a enseñar, valga la redundancia, a leer
y a escribir a los niños. En el grado de educación infantil si, en primaria no. Cada niño es un
mundo, niños de seis años pueden saber o no escribir y leer. ¿Nuestro deber?
Atender a sus necesidades, desde el conocimiento y la formación. Formación que
en algunos aspectos como este, escasea.
Tratemos de llevar la educación al
mundo de hoy, a enseñar a ser críticos, a reflexionar, enseñemos a conocer el
porqué de las cosas, más allá que memorizar el simple “qué”.
Tratemos de motivar a los niños a
aprender, a que sean capaces de construir su propio conocimiento. A que
experimenten, que sean capaces de ver que lo que estudian tiene valor y
utilidad en la vida real y que no se limita a quedar escrito en esa hoja en
blanco, con una calificación encima.”
Eva
Fernández Rodríguez. Maestra de Educación Primaria.
Darío
Rodríguez Mayo. Maestro de Educación Primaria.
¡Espero ansioso tu comentario!