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Stop bullying

Un niño. Un niño de la edad que quieran, y no con ello me refiero a únicamente del género masculino, también una niña. O un adolescente, da lo mismo.

Una persona que está viviendo su infancia, esos años irrepetibles, que nunca vuelven, una etapa maravillosa, llena de felicidad. Pero que no es así. Debería serlo, pero no lo es.

Un niño. Un niño que no quiere ir a clase, que no tiene amigos, un niño que no es feliz. ¿Acaso hay algo más doloroso que un niño infeliz?

Esa maravillosa etapa se torna espantosa para él, todo por culpa de “unos pocos”. Unos pocos desalmados, que dedican su infancia, su adolescencia, su vida, a hacer imposible la de otros. Todo ello porque sí, porque les divierte, o vete tú a saber por qué.

Un niño que llora, que sufre, que siente que se ríen de él y no con él. Un niño que no puede más y que alcanza unos límites insospechados de sufrimiento. Solo él puede saberlo.

Esos otros. Ni conocidos, ni compañeros, ni mucho menos amigos. Unos indeseables que basan su felicidad a costa de hundir la de los demás, la de ese niño y la de otros muchos, a los que se creen superiores. Se creen algo y no son nada. Incapaces de ver más allá de lo que sus propios ojos pueden ver, de ponerse en lugar de otro. Ni pueden, ni quieren. Capaces de camuflar muchas veces su acoso ante los ojos de los mayores. Silenciosos pero ruidosos, capaces de martirizar la mente de esos niños.

Mientras tanto, ese niño, sufriendo los terribles azotes del bullying. Un niño que no se atreve a enfrentarse a él, ni a pedir ayuda. Tiene miedo, mucho miedo, y ya no sabe qué hacer. Harto de recibir insultos, agresiones y burlas. Esa etapa que debería estar siendo tan maravillosa está siendo una auténtica basura, todo por culpa de otros. Ni ponerles nombre quiero, para qué.

Quiero ponerle solución. Quiero poder prevenirlo y cortarlo de raíz pues, como se ha visto en algunas ocasiones, puede que lleguemos demasiado tarde. Porque no son “cosas de niños”, no. Se trata de algo muy serio con tremendas repercusiones. Y prevenirlo, está en nuestras manos.

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