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La educación, de casa.

Aunque en otras publicaciones ya haya hablado sobre este tema, hoy quisiera abordarlo desde otra perspectiva totalmente distinta. Quiero hablar de otro tipo de educación. O no tan distinta, depende cómo se mire.
Quería tratar la educación como forma de ser, como forma de vida y no solo de lo curricular ni lo que mayormente nos aporta la escuela.
Esa de la que algunos van boyantes y que otros, en cambio, carecen excesivamente de ella. Y, al igual que en la mayoría de las facetas de la vida, en los niños podemos ver un gran reflejo de ello.
Ahora bien, esto… ¿Dónde se aprende? ¿Quién “nos educa”? Habrás oído una y mil veces que la educación “se trae de casa”. Personalmente, cada día estoy más convencido de ello.
Porque, por mucho que un maestro pretenda inculcar a sus alumnos valores como el respeto, nada podrá conseguir si en su casa se predica justo lo contrario.
Porque, por mucho que un entrenador quiera transmitir “fair play” y valores como la deportividad  a sus jugadores, jamás lo conseguirá si los padres, apoyados en la valla, gritan como hienas a diestro y siniestro. Lo he vivido en mi infancia, viendo como algunos insultaban a árbitros, entrenadores,… o a niños, como si de profesionales nos tratáramos.
Porque éstos son el más fiel reflejo de sus progenitores, para lo bueno y para lo no tan bueno. Como si de esponjas que lo absorben todo se tratasen.
Tengo la suerte de pasar muchas horas a la semana con ellos, con niños. Con mis niños. Y hoy, escribo esto desde dos perspectivas.
Desde la más negativa, la de la impotencia, la de ver como un niño de nueve años es capaz de chulearte, de vacilarte o de insultarte. Porque el respeto y la educación brillan por su ausencia. Porque me ha pasado justamente hoy y en absoluto exagero ni teorizo.
Desde la positiva, la de la felicidad y la del orgullo que te entra al ver el cariño, el respeto, el amor que transmiten. Sin duda, es con esta con la que me quedo.
Y, sin intención de polemizar, también creo que estos valores se dan en muchas ocasiones (al menos eso dice mi experiencia) dependiendo del sitio donde se han criado los niños: en la ciudad, o en zonas rurales. Pero eso ya, en el próximo post…

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