Nada sustituye a la constancia
LO QUE MIS
ALUMNOS ME ENSEÑARON...
Mi primera
experiencia como #maestro fue en una ONG en Asturias, con alumnado adulto en
situación de precariedad laboral, social y económica. Todos recibían el salario
social y deberían de realizar cursos como el que impartía: preparación de
pruebas libres de obtención del título de Graduado en la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO)
Una de las
historias que quiero compartir hoy aquí es la de Pepe (lógicamente no era ese
su nombre).
Pepe
era uno de mis alumnos. Tenía más de cuarenta años. Desde bien joven había
trabajado en el sector industrial, llevaba más de ocho años en paro. Me
resultaba un tanto extraño ser el maestro de personas mayores que yo.
Entiendo
que cuando las cosas no salen, te decepciones y, que cuando esto se repite durante
mucho tiempo, te desmoralices. Ese era él, una baja moral que sumada a los años
que llevaba sin estudiar se hacía una tarea bastante complicada. O eso parecía.
"No
voy a aprobar ninguna" era la frase que más repetía. No sé qué iba a pasar
y más cuando se echó a llorar con esa prueba inicial que les había hecho. Lo
que sí me di cuenta es que era una persona extremadamente inteligente y culta.
Muy culta.
Durante
esos meses, Pepe no falló a ninguna de las clases. Absolutamente a ninguna.
Y ya
con más ilusión y, sobre todo, con mucho esfuerzo continuó trabajando, en clase
y en su casa. Cada día llegaba al aula con ejercicios resueltos que había
buscado en el ordenador del telecentro la tarde anterior, con preguntas que le
habían surgido leyendo apuntes, el periódico o viendo las noticias.
El
objetivo es que vayan correctamente preparados al examen de enero del próximo
año, aunque en junio existe una convocatoria a la que no podían dejar pasar la
oportunidad de presentarse. Quién sabía…
Llegó
junio y se matriculó: “no tengo ni ganas de ir, los examinadores se van a reír
de mí”. Aunque yo estaba confiado en que lo iba a hacer más que bien y que al
menos una, la aprobaría.
A
la semana siguiente llegó a clase con las notas en la mano. La cara de
satisfacción, orgullo y alegría con la que entraba en esa mañana no tenía nada
que ver con la cara de pesimismo que llegó el primer día.
Había
aprobado los tres exámenes con muy buenas notas en cada uno de ellos.
Concretamente, tres notables. Si él estaba pletórico, imagínense cómo estaba
yo.
Pepe
me había demostrado que con esfuerzo e ilusión se podían conseguir muchas
cosas. Que el trabajo y la constancia
siempre tienen resultados positivos. Pepe y todos y cada uno de ellos, me han
recordado, que la actitud mueve montañas.
“Nada en el mundo sustituye a la
constancia. El talento no la sustituye, pues nada es tan corriente como los
inteligentes frustrados. El genio tampoco, ya que resulta ser tópico el caso de
los genios ignorados. Ni siquiera la educación sustituye a la constancia, pues
el mundo está lleno de fracasados bien educados. Solamente la constancia y la
decisión lo consiguen todo.”
(Baltasar
Gracián)
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